Fernando Sánchez Castillo siempre va más allá de lo encargado. Así, además de diseñar y realizar el monumento memorial que le pidió el Ayuntamiento de Madrid presidido por Manuela Carmena, no ha cesado, aprovechando la ocasión, en iniciativas mottu propio que aportan, sin duda, una dosis extra de aprecio y empatía con las víctimas y su entorno, principales destinatarias de su obra, logrando una sinergia capaz de dar sentido humano y universalidad a su labor artística.
Gracias a ello, gracias a el y a quienes tuvieron la magnífica idea de invitarle a participar en este necesario proyecto de reconocimiento institucional a las víctimas de la dictadura franco-fascista en el Madrid de la posguerra, los familiares de las víctimas hemos podido aliviarnos, en buena parte, del ostracismo, cuando no agresiones difamatorias, promovido por quienes están en las antípodas de los modelos democráticos de convivencia, de los derechos humanos y, por supuesto, del arte entendido como una expresión más de libertad.
Fernando, además de conseguir que ocho robles de bronce en representación infinita de las víctimas tuvieran incluso brotes, nos ofreció dotarles de memoria, de deseos.
Ayer recibimos su diseño para ilustrar el cartel del XIV Homenaje, inspirado en una fotografía que pergeñó en el momento de colocar la escultura en el Memorial. Aquella grúa que por indicaciones suyas alzó -sin necesidad aparente alguna- los árboles hasta tocar el cielo, hoy se ha convertido en otra imagen inolvidable de su inestimable valía, tanto artística como humana.
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